(Publicado originalmente en revista digital internacional
Amazing Stories, el 6 de octubre de 2017)

Portada del libro “Mickey Mouse a gogo” (2017) de Paúl Puma.
El filósofo Jean-Luc Nancy, en una
entrevista realizada por Marisa Artusa (Clarín, Revista Ñ, 24/10, 2016),
acerca de los cambios que se suscitan en el tiempo contemporáneo,
afirmaba: “Pascal había escrito que el hombre trasciende infinitamente
al hombre. Y es un concepto muy bello. [Contra esa tesis, ahora] podemos
pensar que se llegó a tal grado de poder, que el hombre se encuentra en
un punto de superar sus capacidades técnicas y otras más. Todas las
cuestiones de robots, inteligencia artificial, clonación, nanotecnología
lo superan. Estamos en una situación extraña porque sabemos que podemos
destruir la humanidad entera [si] se comprende que la naturaleza misma
ha producido un animal y que este animal destruye la naturaleza entera,
la transforma en otra cosa que no sabemos cómo considerarla”.
De esas palabras resuena la idea del ser humano que trasciende, que
se trastoca ahora con la propia conciencia de poder que este ha asumido
en los últimos tiempos, abrazando y explotando los límites de las
ciencias y las tecnologías, no precisamente para trascender sino para
destruir el anterior tipo de humano, quizá el más trascendente. El
escenario actual, hipotético, es el de una humanidad maquínica,
autorreplicada, intrascendente, con efectos en la transformación de la
naturaleza, hasta volverla cosa o medioambiente extraño.
Estas imágenes pueden ser el trasfondo de la obra de teatro de ciencia ficción
Mickey Mouse a gogo
(Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Azuay, 2017), del
ecuatoriano Paúl Puma, ahora publicado como libro. Tal obra escrita en
2001 fue representada en 2002 y luego apareció como parte de una
compilación,
Antología del teatro ecuatoriano de fin de siglo
(Casa de la Cultura de Ecuador, 2003) editado por Lola Proaño Gómez.
Ahora es publicada como un libro muy bien cuidado, en edición bilingüe
(español-inglés), en el que se incluyen dos estudios académicos, uno de
la mencionada Proaño Gómez y el otro de Michael Handelsman; la
traducción al inglés fue realizada por el escritor José Aldás.
El tema de la clonación es una de las claves de la obra de Paúl Puma.
De hecho, quizá esta obra teatral es la primera que la discute, al
inaugurar el siglo XXI; el lugar desde el que Puma escribe, sin duda, es
desde una perspectiva filosófica y existencial.
Con
Mickey Mouse a gogo, estamos en un escenario
posapocalíptico, el fin de un mundo hacia 2100, o como Puma declara en
la descripción de su trabajo: un “Basurero tecnológico subterráneo” (p.
17), cuya atmósfera está determinada por “una lengua de fuego
radioactiva” (p. 19). La presencia de desechos de máquinas, de
artefactos, de cosas, su acumulación, asemeja a un cementerio de lo
transformado, figurado en una ciudad subterránea (p. 20) donde habitan
los clones. El personaje MIC-A-EL-@-W-X-1, un sujeto clonado está allá
sobre una excavadora (¿es una especie de trabajador?); exclama la
necesidad de salir de ese “infierno”, aunque sabe que está allá atrapado
como alguien sin salida. Estas dos indicaciones, el lugar y el
personaje, parecen suficientes para señalarnos que el mundo de un futuro
hipotético ya no es de humanos sino de sus reemplazos, que operan
máquinas y acumulan los desechos de lo que han producido también en
forma maquínica: es como el animal humano que, producto de su poder,
produce nuevos animales, esta vez sin relación con la naturaleza, al
modo de Nancy. Percibimos un panorama oscuro, opresivo, con un aire de
oquedad, donde la voz de este clon resuena desesperadamente.

Portada
de la antología “Antología de teatro ecuatoriano de fin de siglo”
(2003) de Lola Proaño Gómez, libro en el que aparece primera vez la obra
“Mickey Mouse a gogo” de Puma.
Se podría decir, sin embargo, que además ambas indicaciones a su vez
son metafóricas. De hecho, Puma trabaja en su obra entre dos niveles con
una complejidad sin precedentes: salta del escenario y del acto
inmediatamente a la metáfora, sin que ello impida que comprendamos la
historia de MIC-A-EL-@-W-X-1, este ser clonado que poco a poco se va
dando cuenta del vacío existencial que denota su carácter. El escenario
con la excavadora y la atmósfera, si bien presentan a un mundo
posapocalíptico, al mismo tiempo aluden a un mundo detenido, quebrantado
por el mismo ejercicio de sus predecesores: los humanos.
MIC-A-EL-@-W-X-1 por ello dice: “Mira en lo que ha quedado nuestro
paraguas de espantapájaros de circo” (p. 18). Frase curiosa y plenamente
crítica: de antemano el personaje toma conciencia que, de artificio, ha
pasado a ser protagonista de un mundo sin esencia o, si se quiere, el
mundo mismo, el circo de la vida (que puede ser una figura simbólica del
drama de la vida), donde el
ser del humano ha sido reducido a
hilachas, a partes, a algo raído. ¿No es acaso la metáfora del paraguas
la representación de la estructura (el ADN) que recubría
solo la vida y que, por efecto, de transgredirlo, terminó siendo el artilugio por el cual la vida ha llegado a ser
soledad?
El argumento de la obra, entonces, gira alrededor de la pregunta por
las consecuencias de la clonación. Es un monólogo autoreflexivo:
MIC-A-EL-@-W-X-1 habla, en primera instancia, ante el cadáver de
Mic-a-el, hombre, su originador (p. 27); pero su habla, al mismo tiempo,
también se dirige al lector/audiencia, como una especie de conciencia
que, desde el plano universal, desde lo omnisciente, apela y hurga lo
más recóndito.
Sobre el personaje que interpela, MIC-A-EL-@-W-X-1, digamos que es un
ser híbrido, asexuado, que asemeja a un dios, a un Adán, pero al mismo
tiempo a una diosa, a una mujer que sabe que se ha quedado sin alguien
quien es parte de su ser. ¿Puma hace una lectura transtextual al mito de
la creación, cuando se señala que de una parte del hombre nació la
mujer, ahora en sentido que la parte ha vuelto intrascendente al cuerpo
que lo originó? El/ella dice: “¿Cómo podré seguirte ahora amor mío?” (p.
19), tras reconocer que sus hermanos, sus semejantes, sus otros yo, le
han comido, le han dejado sin lo sensible: “Ya no queda alguien que me
instale un programa de felicidad” (p.19), dice. En otras palabras, ese
sujeto clonado, es un ser maquínico (por algo porta en la frente un
código de barras) que intenta sentir, que tiene un ser
parecido a los seres humanos, pero por su propia condición, lo
parecido, lo
semejante,
se ha quedado en la carcasa, en lo exterior y, puesto que al parecer ha
aniquilado a sus originadores, a los humanos, para ser humano
otro, ha perdido lo que caracterizaba probablemente a la humanidad, es decir, el error, la conciencia de su propia debilidad.
De este modo, este personaje es consciente que porta ahora un gen modificado, constituyéndose en un “
homus tecnologhycus
[con] el gen de la inmoralidad, de la inmortalidad humana [… es decir,]
el aparato de la muerte cíclica” (p. 22). Ya no es el ser humano mismo,
sino uno modificado en dos sentidos: en forma
inmoral, con el objetivo de ser
inmortal.
Puma juega con las palabras para producir significancia. La clonación,
vendría a ser un experimento que traspasa todo límite de lo humano con
la pretensión de “perfeccionar” al ser humano, dejando en obsolescencia
al mismo; este problema supondría una nueva forma de eugenesia, llevando
al extremo el proceso de selección y, de acuerdo a ello, la
constitución del superhombre. Aunque para la ciencia la clonación puede
ser un pretexto evolutivo, en la ciencia ficción de Puma es un hecho
inmoral. Supondría una especie de abandono de una ruta que debería
llevar a ser mejores como personas (si nos fijamos bien la etimología de
lo moral, este como
ethos) trastocándose solo en el
mejoramiento biológico o físico. Este hecho, desde ya, traduciría a una
época inesencial, maquínica, de meras construcciones o transformaciones
hasta volver todo basura tecnológica, tal como Puma estaría proponiendo,
época donde se habría renunciado a fortalecer o hacer renacer el
espíritu de una humanidad mejor en lo espiritual.
De lo anterior se deriva la otra palabra en juego: la inmortalidad.
La clonación es una apuesta a la inmortalidad. Asimismo, es la apuesta
del ser humano tecnológico que pretende conquistar la cualidad de los
dioses, igualándoles. El problema está en que, en la medida que el ser
humano se desentiende del alma y se reafirma en la manipulación genética
hasta el logro de recodificar lo que también hace su constitución, va
construyendo individuos-cosa, seres sin identidad, seres sin lugar de
nacimiento, sin memoria, sin ligazón con un pasado histórico, que, en el
caso de
Mickey Mouse a gogo se encuentran aprisionados,
gritando por la necesidad de un referente. Es curioso, en este contexto,
el título de la obra que alude a un personaje de historietas o de la
animación cinematográfica: Mickey Mouse, el ratón Miguelito. Es decir,
una caricatura, la creación de la industria cultural. Puma parangona
MIC-A-EL-@-W-X-1 con Mickey Mouse en sentido que si antes “la carne
[creaba] a su espejo, [ahora…] es desplazada por él” (p. 22). Mickey
Mouse es un cuerpo que no existe, un cuerpo
sin existencia, que sería la “paupérrima” y “pésima” imitación del grito del ser humano, del animal que antes
era. Vendría a ser el sujeto esclerótico que devino en cuerpo
otro, en este caso, un “
pin-up”,
además el “anzuelo publicitario” (p. 22) que sirve para que otros,
seducidos por el bienestar material, a soñar precisamente en la
inmortalidad.
Mickey Mouse en la obra de Puma es un símbolo, tal como Walter
Benjamin escribiera sobre aquel y sus filmes en unas breves notas hacia
1931: “Mickey Mouse demuestra ser una criatura que todavía puede
sobrevivir incluso cuando se ha desprendido de todo parecido a algún ser
humano. Él interrumpe toda la jerarquía de criaturas que se supone
culmina en la humanidad” (Benjamin,
Selected Writings: 1931-1934.
Jennings, Michael; Eiland, Howard & Smith, Gary (eds.). Cambridge:
The Belknap Press of Harvard University Press, 1999, p. 545). Aunque su
imagen supusiera la trascendencia, en realidad no lo transmite; más bien
sobrevive al ser humano, a la cultura; se desentiende de alguna
semejanza, incluso humana (en la medida que es un cuerpo
antropomorfizado) y se plantea como el prototipo de alguna criatura
distinta que tampoco es real. El problema que subraya Puma, en el mismo
sentido de Benjamin, es eso, un sujeto clonado, replicado como el de una
serie: por algo el “
gogo” del título de la obra. Porque este
término, en realidad “go-go”, alude a una continuidad, a una especie de
dinámica que vuelve a poner en evidencia a la fábrica, a la producción
seriada esta vez en tiempo del futuro, al poscapitalismo. Ya que la
clonación abre la posibilidad de la recodificación o modificación
eugenésica del ADN (mediante las computadoras (p. 28)) y, con ello, la
producción de seres humanos que no conocen ni el nacimiento ni la
muerte, el horizonte definitivo (el go-go) es de “humanoide[s]
nanogénico[s] y biodegradable[s]” (p. 23).

El escritor de “Mickey Mouse a gogo”, el ecuatoriano Paíl Puma.
Y con ello, lo que se funda es un horizonte sin futuro,
desfuturizado, sin libertad, sin referencias, sin conciencia. En su
desesperada búsqueda por asirse de algo MIC-A-EL-@-W-X-1 exclama:
“Deshago la memoria del futuro” (p. 29), al saber que no hay horizonte,
que no hay escapatoria. Y ahora habla a un señor tecnológico, no a Dios,
del cual tampoco tiene respuesta. Este clon habla a un vacío, a su
vacío existencial. Por fin reconocemos que MIC-A-EL-@-W-X-1 se ha comido
a Mic-a-el, el hombre, además otro clonado (¿una primera generación?).
La obra deja abierta la pregunta de este proceso, de este go-go, de la
fabricación de seres, de la reconstrucción de la naturaleza a imagen y
semejanza del ser humano, por lo menos desde la Modernidad.
Hacia 1916 el crítico de arte Herrmann Bahr, al intentar definir al
expresionismo apuntaba: “Este es el punto vital –que el hombre debería
encontrarse a sí mismo nuevamente. Schiller pregunta: ‘¿puede el hombre
haber sido destinado, por el propósito que sea, a perderse en sí mismo?’
Es una tentativa inhumana de nuestro tiempo el forzar esta pérdida
sobre él contra su propia naturaleza. Deberíamos entender al hombre como
un mero instrumento; él ha llegado a ser la herramienta de su propio
trabajo, y por ello no tiene más sentido, desde que sirve a la máquina.
Esta le ha robado su espíritu. Y ahora el espíritu demanda su retorno.
Este es el punto vital. Todo lo que experimentamos es gracias a la
vigorosa batalla entre el espíritu y la máquina por la posesión del
hombre. No vivimos del todo, ya hemos sido vividos; no tenemos libertad
vivida, no podemos decidir por nosotros mismos, estamos acabados, el
hombre está sin espíritu, la naturaleza está desamparada. Hace algún
tiempo atrás nos jactábamos de ser sus señores y maestros y ahora ella
ha abierto sus anchas mandíbulas tragándonos. ¡A menos que un milagro
suceda! Este es el punto vital –ya sea que un milagro pueda aún salvar a
esta humanidad falta de espíritu, sumida y enterrada. Nunca tampoco ha
habido un tiempo tan estremecido por el horror, por tal miedo de muerte.
Nunca el mundo ha estado tan callado, silencioso como una tumba. Nunca
el hombre ha estado más insignificante. Nunca él se ha sentido tan
nervioso. Nunca la muerte ha impedido llegar a la felicidad y a la
libertad. La angustia grita fuerte; el hombre clama por su espíritu;
todo este tiempo es de un urgente y único gran clamor. El arte clama
también, en esta gran oscuridad, clama pidiendo ayuda, clama por el
espíritu: esto es el Expresionismo” (“Expressionismus” en Harrison,
Charles y Paul Wood (eds.),
Art in theory, 1900-1990: An Anthology of Changing Ideas. Oxford: Basil Blackwell, 1995, p. 119).
En cierto modo este planteamiento define el carácter metafórico de
Mickey Mouse a gogo
de Puma. Se trata de una obra de teatro de ciencia ficción en tono
expresionista. Se plantea, como he discutido en este artículo, tomando
en cuenta la promesa de la clonación, reflexionar cómo el ser humano
puede perderse en sí mismo, siendo instrumento y objetivo, al mismo
tiempo que sujeto de la máquina del capitalismo y la tecnociencia. En
Puma se constata esa imagen de pérdida de libertad, de ruptura con el
espíritu y que ahora vive de la atmósfera del horror (la nube
radioactiva), queriendo superar a la muerte. Pero, sobre todo, una vez
conseguida una falsa trascendencia (en el sentido de Nancy), solo
material, clama por
su espíritu: en la oscuridad del bloqueo
del futuro, en la oscuridad que es la consecuencia de la promesa de la
clonación, de la replicación de la vida (sin esencia), ese ser
otro, clama por ayuda, clama por algún resquicio de luz.
Mickey Mouse a gogo es, sin duda, seminal: una obra de ciencia ficción que abre reflexiones y preocupaciones. Este artículo es uno de ellos.
https://ivanrodrigo.wordpress.com/2017/10/23/mickey-mouse-a-gogo-del-ser-humano-trascendental-al-clonado-ivan-rodrigo-mendizabal/
Jorge Cevallos, Santiago Páez, Paúl Puma, Iván Rodrigo Mendizábal, Museo Numismático, 2016