PAUL PUMA

PAUL PUMA
Click en imagen para escuchar el poema de Paúl Puma DE LOS ERRORES ESCATOLÓGICOS QUE NOS CONVIENEN A LOS SERES BÍPEDOS CUANDO NOS PONEMOS A EXTRAÑAR A LAS ANÉMONAS TRISTES PERO BELLÍSIMAS QUE NO EXISTEN SINO EN LA IMAGINACIÓN DE LOS ORNITORRINCOS DE AIRE (Cigar City Poetry Journal, ed. and trad. Jonathan Simkins, USA, 2018)

X: un poema de Paúl Puma

sábado, 9 de marzo de 2019

Paúl Puma: El cronista lírico de la memoria andina (a propósito de El tesoro de los Llanganatis, 2017) por Gabriela Ruiz Agila



La memoria, territorio sagrado
Paúl Puma (Quito, 1972) se pone de pie cerca a la puerta. Una lluvia torrencial despeña fuera de la cafetería. El agua cae en doble cascada desde el techo hacia el piso. Cuando te dicen “indio” –argumenta el escritor–, hay dos respuestas: la explicación desde la academia y la otra, el reflejo en el espejo. Con los dedos índice y pulgar, acomoda el marco negro de los lentes sobre su nariz. Lleva camisa blanca y levita oscura. Viene de dar clases en la universidad pública. Un bigote delgado se acomoda por encima de su boca.
Todo se desenvuelve en un aparente orden y equilibrio del mundo. Pero ya Paúl ha trepado en lo alto de un árbol, ha dejado su cabeza humana y dos colmillos largos y blancos resguardan el templo de su lengua. Estoy viendo a un puma. Para los pueblos andinos, el felino (jaguar, puma, lince, gato montés) tiene una presencia protagónica en el mundo mítico. El puma es un guía espiritual para acceder a lo sagrado. Es su poesía: “en la voz de un Dios / que recupere su piel / frente al espejo / del espíritu.”
Nuestra charla habrá de transcurrir por tres horas, viaje que empieza con un salto al vacío entre las páginas 91 y 93 de Eloy Alfaro híper star (2002) hasta el dibujo de una escalera en la página 113. La poesía siempre nos ha convocado con la naturalidad del río que llega al océano. Repasamos algunas anotaciones al margen de su obra poética: Los Versos Animales (1995), Felipe Guamán Poma de Ayala (2002), Pi (2010), Mischa (2012), y B2 (2017). Por eso, cuando le pregunto sobre su reciente libro, El Tesoro de los Llanganatis, la lectura debe hacerse en el territorio o lugar de enunciación que Puma ha trabajado a lo largo de su proyecto literario.
El puma ha llegado al triángulo sagrado de Los Llanganatis, formado por las montañas de Latacunga, Baños y Puyo. El mítico sitio presenta temperaturas polares, tormentas y ruidos sobrecogedores, así como niebla espesa que cubre profundas quebradas, relata el autor. Llanganatis está ligado además al mito del escondite final del tesoro de Rumiñahui, líder de la resistencia indígena a la conquista española. La búsqueda del tesoro alentó expediciones que no tuvieron éxito y –refiere con un tono misterioso– desaparecieron en Los Andes.
El territorio de Paúl Puma ¿es igual de impenetrable que Los Llanganatis? Hay reserva y discreción en la vida personal  de Puma pero también plenitud y complejidad. Llanganatis ha reposado por 15 años y se suma a las piezas teatrales de su autoría: El Pato Donald tiene Sida o cómo elegir los instrumentos de la desesperación (1996), Mickey Mouse a gogo (2001) y El príncipe infeliz (2005). En mi caso –dice Paúl Puma– rescato una línea de sangre, la herencia de nuestros pueblos indígenas. Esa línea, se va vertiendo en su obra literaria y ramificando como ríos sagrados.
La geografía íntima de la obra literaria de Paúl Puma revela una triangulación múltiple ubicada en la memoria de los pueblos andinos. Tiene un arduo trabajo de investigación, de lecturas, de historiografía que lo respalda. Allí, tres obras se plantan como apus o montañas sabias: Felipe Guamán Poma de Ayala, Eloy Alfaro Híper Star y El tesoro de los Llanganatis. Las tres fueron escritas entre 1999 – 2002.
Guamán Poma de Ayala (Perú, 1534-1615), como traductor y al servicio de los españoles, recorrió el virreinato de Lima, registrando escenas de la vida cotidiana en 1180 páginas y 397 grabados. Guamán Poma, en su condición de súbdito y además indígena, se hará eco de sus hermanos explotados por el régimen monárquico, y torturados por la Inquisición. En 1613 dirige una carta al rey de España, Felipe III para evidenciar la necesidad de una reforma. Esa crónica se olvidaría por siglos y luego, se recuperará como es el caso de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias escrita por Fray Bartolomé de las Casas en 1552.
Para Paúl Puma, la crónica de Guamán Poma es revolucionaria, no solo por tratarse de un indio como autor. Él ha elegido sus cuatro nombres, y hablarle al rey desde su propio lenguaje, tal como el bárbaro  Calibán , personaje de Shakespeare, le habla a Próspero. Ser cronista no tiene que ver solo con dibujar grafos en el papel. Paúl Puma se refiere además a los quipucamayos, quienes con quipus (nudos atados), anotaban los acontecimientos más memorables de la comunidad. Este oficio era hereditario porque se transmitía de padres a hijos.
En la obra literaria de Puma, hay un diálogo permanente entre el presente y el pasado, entre la aparente arbitrariedad en su apellido y un destino. ¿Misticismo? Sí, distante a cualquier fundamento religioso y afirmativo de una voz lírica propia y distintiva en el panorama literario del Ecuador. Puma establece entonces una relación identitaria entre su nombre y el personaje Guamán Poma. Como él mismo descifra, “guamán” significa halcón en quechua y entraña una tarea: “Cuando tú te elevas, es el futuro el que ves”.  Mientras que el puma, representa en el mundo andino al Kay Pacha, segundo nivel de conciencia, el vínculo con el mundo de los vivos. El primer nivel es el Uju Pacha o mundo de la muerte, y el tercer nivel, Hanan Pacha, es el Cosmos.
Habla el puma, confiesa el autor, que en la escritura del poemario Felipe Guamán Poma de Ayala, vació el mundo –su mundo-. Este poemario fue Premio Nacional de Literatura Aurelio Espinosa Pólit en 2002. Hay elementos para considerar a Paúl Puma un heredero de la crónica, género del que nos quedan testimonios e historias de cómo transcurre la vida de hombres y mujeres en la tierra.

POMA – PUMA

Sin fecha precisa, Paúl Puma recuerda que conoció a una antropóloga inglesa. Ella, como una anciana sabia, le heredaría un tesoro de forma anónima y a través de la palabra. Él era considerado la joven promesa de la literatura ecuatoriana porque a sus casi 20 años, ya había sido antologado por la Alianza Francesa en 1994 y Editorial Eskeletra en 1999. Pero Paúl Puma, se encontraba en la búsqueda del género literario para lo que él quería contar.
El periodo de escritura entre 1999 – 2002, es un periodo de escritura sumergida, de silencio tras bastidores. Parte de su tiempo, lo destinaba a hacer de tramoyista y ayudante de vestuario en obras de teatro donde participaba Judith Salas, su compañera de toda la vida. Detrás del escenario, el creador pensaba a diario en la colocación de las palabras en los cuerpos, su crecimiento o atrofia sobre la piel.
–¿Estás consiente del significado de tu apellido? – preguntó la antropóloga. Puma nunca se detuvo a considerar esa cuestión. Apenas unos años atrás, él había publicado Los versos animales (1997), pero no se había atrevido a pensarse así mismo como un ‘león de Los Andes’. Un animal de piel gruesa para guardarse del frío, de pelaje oscuro para camuflarse, de ojos brillantes y hocico geométrico, ágil y fuerte para correr, saltar y desplazarse con agudo sigilo.
Por eso, cuando el misterio le atrajo, el escritor escuchó con atención. Fue una larga conversación sobre la cultura de los pueblos ancestrales que habitaron Los Andes. Puma vio las metáforas. Se trataba de un horizonte sideral cargado de figuras y palabras. Los ritos antiguos de veneración al sol, la luna y todo ser viviente, se manifestaban en un complejo sistema de lectura. La extranjera de unos 60 años, había dedicado su vida entera al estudio del calendario inca, organizado en doce quillas o doce lunas.
Paúl Puma sintió la extirpación de idolatrías en su lengua por el inquisidor de la colonización. Había tantos archivos que escudriñar, tantas crónicas que leer y deconstruir. Era un mundo desconocido, una historia prehispánica deformada, y negada por la textualidad hispana.
La producción de su obra literaria se sitúa en el contexto nacional de procesos de reivindicación de los pueblos indígenas. Tendría a su alcance diversos estudios de la Universidad Andina Simón Bolívar sobre las prácticas y cosmovisión del mundo andino, y experimentaría su propia vivencia como ciudadano-poeta. Puma debió advertir el levantamiento de la voz del movimiento indígena. El partido Pachakutik se acababa de conformar en 1995, con bases de trabajo en la Confederación de Naciones Indígenas del Ecuador (CONAIE) en 1986 y la Ecuarunari.
Curiosamente, el año y el nombre de la antropóloga están sumergidos en una laguna oscura. Sin embargo, el diálogo con la herencia remota se prolongaría más allá del tiempo. La idea de un pasado vivo, ¿se convertiría en un espejo de obsidiana dónde mirarse?

Los Llanganatis y el tesoro

Llanganatis como territorio salvaje de la memoria, es una metáfora, un tesoro en sí mismo. Dentro de una caverna bajo una grieta de la montaña de Los Llanganatis,  la piedra esculpida de un inca imponente duerme. Es el general Rumiñahui, gran tótem y mito de la resistencia andina. Tras la captura de Atahualpa, último emperador inca por el ejército español comandado por Sebastián de Benalcázar, Rumiñahui o “rostro de piedra” los enfrenta. Se dice que inmoló a las Vírgenes del Sol y a los niños, y que resguardó los tesoros del imperio precisamente en Los Llanganatis.
Atahualpa y Rumiñahui tuvieron fines trágicos. En 1533, el emperador inca acusado de conspiración, murió estrangulado en la plaza pública. Dos años más tarde, Rumiñahui, fue quemado vivo. Hechos fatídicos que coincidieron con la erupción del volcán Tungurahua. Para representar esta tragedia, Paúl Puma nos propone escuchar el diálogo de siglos, “un ejercicio de recordación desde la conciencia de la modernidad.” El mensaje de Rumiñahui es claro: “No queremos su civilización”.
Calicuchima y Epiclachima, los más leales capitanes de Rumiñahui, intentarán despertarlo de su sueño. Han caído en cuenta de su desgracia y petrificación en la oscuridad. “Soy Calicuchima, el profundísimo espejo del vacío” hacia donde deberá voltear a ver el General. Así escuchamos el lamento de Epiclachima: “Somos destino gris de un crepúsculo incendiado y de miles de hombres que viven en las grutas subterráneas de los páramos…”
Un yaraví triste “con su vertebral melancolía” brillará como relámpago dentro de la caverna a lo largo de tres actos que componen la obra. El general Rumiñahui no tiene cabeza, y en lugar de ella, una laguna oscura ocupa su cara. Rumiñahui que sirvió a ha olvidado el ultraje de su pueblo, ha olvidado su propio nombre. Así se desarrollará el drama y el diálogo entre renegados, puntas de lanza, diablos indígenas. Esto en franca alusión a Píllaro de donde eran originarios los líderes incas. En este lugar, se celebra La diablada de Píllaro, festividad tradicional que pone de manifiesto nuevamente la iconografía del felino y la liberación del régimen moral y estético.
Puma como cronista, tiene su apreciación sobre el presente: “Nuestros tesoros se han perdido, se han olvidado.” No es coincidencia que el autor retome la historia de Guamán Poma que terminó trabajando en las mitas, Eloy Alfaro ajusticiado en la Hoguera Bárbara, y Rumiñahui despostado en la plaza pública.
Dice el autor: “Rumiñahui se rebeló hasta el fin. El conflicto todavía permanece y es la base de reclamos legítimos como la defensa del territorio de los pueblos ancestrales y contra la explotación de recursos naturales por ejemplo en el Yasuní. Es increíble lo que hace la memoria. En la obra de Los Llanganatis, Calicuchima y Epiclachima ¿están muertos o desmemoriados? ¿Dónde está la tumba de Rumiñahui? Al final, Rumiñahui parece que fingió olvidar. Mariátegui se pregutaba ¿dónde están los indios ahora?”
El Tesoro de Los Llanganatis ha sido traducido este año por Jonathan Simkins, escritor estadounidense, y liberará su obra como una nueva crónica. Como dice Rumiñahui en un monólogo final: “Ahora  solo voy a cobijarme en la escritura infinita de nuestro pensamiento mientras florece el imperio de nuestra sabiduría… Mi piedra vuelve a ser Roca dorada de la eternidad”.
Sigue lloviendo y las tardes de invierno en esta ciudad de Los Andes, la niebla se anuncia desde las montañas. Puma está tranquilo sobre la rama del árbol de la vida. Mantiene sus rasgos felinos y pide: – Cuéntame de tu nombre, quién eres. Yo soy un puma.
Yo  estoy lista para responder. Puma cree que lo que no se ha escrito, se convierte en un tumulto de voces. La polifonía no se puede romper, se debe escuchar como la lluvia que cae en doble cascada, pasado y presente sobre las cabezas de los hombres y mujeres.

Ruiz Agila, Gabriela. “Paúl Puma: El cronista lírico de la memoria andina”. (12 de noviembre de 2017). Revista Cartón Piedra, N° 315. Págs. 84-87. Disponible en http://digital.telegrafo.com.ec/epaper/epaper.html?tpu=CARTON%20PIEDRA
Para descargar el documento en PDF, visite https://www.academia.edu/35191553/CARTON_PIEDRA-20171112_Pa%C3%BAl_Puma_Cronista_l%C3%ADrico_memoria_andina


Paúl Puma con el traductor de El tesoro de los Llanganatis Jonathan Simkins

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