La memoria, territorio sagrado
Paúl Puma (Quito, 1972) se pone de pie
cerca a la puerta. Una lluvia torrencial despeña fuera de la cafetería.
El agua cae en doble cascada desde el techo hacia el piso. Cuando te
dicen “indio” –argumenta el escritor–, hay dos respuestas: la
explicación desde la academia y la otra, el reflejo en el espejo. Con
los dedos índice y pulgar, acomoda el marco negro de los lentes sobre su
nariz. Lleva camisa blanca y levita oscura. Viene de dar clases en la
universidad pública. Un bigote delgado se acomoda por encima de su boca.
Todo se desenvuelve en un aparente orden y
equilibrio del mundo. Pero ya Paúl ha trepado en lo alto de un árbol,
ha dejado su cabeza humana y dos colmillos largos y blancos resguardan
el templo de su lengua. Estoy viendo a un puma. Para los pueblos
andinos, el felino (jaguar, puma, lince, gato montés) tiene una
presencia protagónica en el mundo mítico. El puma es un guía espiritual
para acceder a lo sagrado. Es su poesía: “en la voz de un Dios / que
recupere su piel / frente al espejo / del espíritu.”
Nuestra charla habrá de transcurrir por tres horas, viaje que empieza con un salto al vacío entre las páginas 91 y 93 de Eloy Alfaro híper star (2002)
hasta el dibujo de una escalera en la página 113. La poesía siempre nos
ha convocado con la naturalidad del río que llega al océano. Repasamos
algunas anotaciones al margen de su obra poética: Los Versos Animales
(1995), Felipe Guamán Poma de Ayala (2002), Pi (2010), Mischa (2012), y
B2 (2017). Por eso, cuando le pregunto sobre su reciente libro, El Tesoro de los Llanganatis, la lectura debe hacerse en el territorio o lugar de enunciación que Puma ha trabajado a lo largo de su proyecto literario.
El puma ha llegado al triángulo sagrado
de Los Llanganatis, formado por las montañas de Latacunga, Baños y Puyo.
El mítico sitio presenta temperaturas polares, tormentas y ruidos
sobrecogedores, así como niebla espesa que cubre profundas quebradas,
relata el autor. Llanganatis está ligado además al mito del escondite
final del tesoro de Rumiñahui, líder de la resistencia indígena a la
conquista española. La búsqueda del tesoro alentó expediciones que no
tuvieron éxito y –refiere con un tono misterioso– desaparecieron en Los
Andes.
El territorio de Paúl Puma ¿es igual de
impenetrable que Los Llanganatis? Hay reserva y discreción en la vida
personal de Puma pero también plenitud y complejidad. Llanganatis ha
reposado por 15 años y se suma a las piezas teatrales de su autoría: El Pato Donald tiene Sida o cómo elegir los instrumentos de la desesperación (1996), Mickey Mouse a gogo (2001) y El príncipe infeliz (2005).
En mi caso –dice Paúl Puma– rescato una línea de sangre, la herencia de
nuestros pueblos indígenas. Esa línea, se va vertiendo en su obra
literaria y ramificando como ríos sagrados.
La geografía íntima de la obra literaria
de Paúl Puma revela una triangulación múltiple ubicada en la memoria de
los pueblos andinos. Tiene un arduo trabajo de investigación, de
lecturas, de historiografía que lo respalda. Allí, tres obras se plantan
como apus o montañas sabias: Felipe Guamán Poma de Ayala, Eloy Alfaro Híper Star y El tesoro de los Llanganatis. Las tres fueron escritas entre 1999 – 2002.
Guamán Poma de Ayala (Perú, 1534-1615),
como traductor y al servicio de los españoles, recorrió el virreinato de
Lima, registrando escenas de la vida cotidiana en 1180 páginas y 397
grabados. Guamán Poma, en su condición de súbdito y además indígena, se
hará eco de sus hermanos explotados por el régimen monárquico, y
torturados por la Inquisición. En 1613 dirige una carta al rey de
España, Felipe III para evidenciar la necesidad de una reforma. Esa
crónica se olvidaría por siglos y luego, se recuperará como es el caso
de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias escrita por Fray Bartolomé de las Casas en 1552.
Para Paúl Puma, la crónica de Guamán Poma
es revolucionaria, no solo por tratarse de un indio como autor. Él ha
elegido sus cuatro nombres, y hablarle al rey desde su propio lenguaje,
tal como el bárbaro Calibán , personaje de Shakespeare, le habla a
Próspero. Ser cronista no tiene que ver solo con dibujar grafos en el
papel. Paúl Puma se refiere además a los quipucamayos, quienes con
quipus (nudos atados), anotaban los acontecimientos más memorables de la
comunidad. Este oficio era hereditario porque se transmitía de padres a
hijos.
En la obra literaria de Puma, hay un
diálogo permanente entre el presente y el pasado, entre la aparente
arbitrariedad en su apellido y un destino. ¿Misticismo? Sí, distante a
cualquier fundamento religioso y afirmativo de una voz lírica propia y
distintiva en el panorama literario del Ecuador. Puma establece entonces
una relación identitaria entre su nombre y el personaje Guamán Poma.
Como él mismo descifra, “guamán” significa halcón en quechua y entraña
una tarea: “Cuando tú te elevas, es el futuro el que ves”. Mientras que
el puma, representa en el mundo andino al Kay Pacha, segundo nivel de
conciencia, el vínculo con el mundo de los vivos. El primer nivel es el
Uju Pacha o mundo de la muerte, y el tercer nivel, Hanan Pacha, es el
Cosmos.
Habla el puma, confiesa el autor, que en
la escritura del poemario Felipe Guamán Poma de Ayala, vació el mundo
–su mundo-. Este poemario fue Premio Nacional de Literatura Aurelio
Espinosa Pólit en 2002. Hay elementos para considerar a Paúl Puma un
heredero de la crónica, género del que nos quedan testimonios e
historias de cómo transcurre la vida de hombres y mujeres en la tierra.
POMA – PUMA
Sin fecha precisa, Paúl Puma recuerda que
conoció a una antropóloga inglesa. Ella, como una anciana sabia, le
heredaría un tesoro de forma anónima y a través de la palabra. Él era
considerado la joven promesa de la literatura ecuatoriana porque a sus
casi 20 años, ya había sido antologado por la Alianza Francesa en 1994 y
Editorial Eskeletra en 1999. Pero Paúl Puma, se encontraba en la
búsqueda del género literario para lo que él quería contar.
El periodo de escritura entre 1999 –
2002, es un periodo de escritura sumergida, de silencio tras bastidores.
Parte de su tiempo, lo destinaba a hacer de tramoyista y ayudante de
vestuario en obras de teatro donde participaba Judith Salas, su
compañera de toda la vida. Detrás del escenario, el creador pensaba a
diario en la colocación de las palabras en los cuerpos, su crecimiento o
atrofia sobre la piel.
–¿Estás consiente del significado de tu
apellido? – preguntó la antropóloga. Puma nunca se detuvo a considerar
esa cuestión. Apenas unos años atrás, él había publicado Los versos animales
(1997), pero no se había atrevido a pensarse así mismo como un ‘león de
Los Andes’. Un animal de piel gruesa para guardarse del frío, de pelaje
oscuro para camuflarse, de ojos brillantes y hocico geométrico, ágil y
fuerte para correr, saltar y desplazarse con agudo sigilo.
Por eso, cuando el misterio le atrajo, el
escritor escuchó con atención. Fue una larga conversación sobre la
cultura de los pueblos ancestrales que habitaron Los Andes. Puma vio las
metáforas. Se trataba de un horizonte sideral cargado de figuras y
palabras. Los ritos antiguos de veneración al sol, la luna y todo ser
viviente, se manifestaban en un complejo sistema de lectura. La
extranjera de unos 60 años, había dedicado su vida entera al estudio del
calendario inca, organizado en doce quillas o doce lunas.
Paúl Puma sintió la extirpación de
idolatrías en su lengua por el inquisidor de la colonización. Había
tantos archivos que escudriñar, tantas crónicas que leer y deconstruir.
Era un mundo desconocido, una historia prehispánica deformada, y negada
por la textualidad hispana.
La producción de su obra literaria se
sitúa en el contexto nacional de procesos de reivindicación de los
pueblos indígenas. Tendría a su alcance diversos estudios de la
Universidad Andina Simón Bolívar sobre las prácticas y cosmovisión del
mundo andino, y experimentaría su propia vivencia como ciudadano-poeta.
Puma debió advertir el levantamiento de la voz del movimiento indígena.
El partido Pachakutik se acababa de conformar en 1995, con bases de
trabajo en la Confederación de Naciones Indígenas del Ecuador (CONAIE)
en 1986 y la Ecuarunari.
Curiosamente, el año y el nombre de la
antropóloga están sumergidos en una laguna oscura. Sin embargo, el
diálogo con la herencia remota se prolongaría más allá del tiempo. La
idea de un pasado vivo, ¿se convertiría en un espejo de obsidiana dónde
mirarse?
Los Llanganatis y el tesoro
Llanganatis como territorio salvaje de la
memoria, es una metáfora, un tesoro en sí mismo. Dentro de una caverna
bajo una grieta de la montaña de Los Llanganatis, la piedra esculpida
de un inca imponente duerme. Es el general Rumiñahui, gran tótem y mito
de la resistencia andina. Tras la captura de Atahualpa, último emperador
inca por el ejército español comandado por Sebastián de Benalcázar,
Rumiñahui o “rostro de piedra” los enfrenta. Se dice que inmoló a las
Vírgenes del Sol y a los niños, y que resguardó los tesoros del imperio
precisamente en Los Llanganatis.
Atahualpa y Rumiñahui tuvieron fines
trágicos. En 1533, el emperador inca acusado de conspiración, murió
estrangulado en la plaza pública. Dos años más tarde, Rumiñahui, fue
quemado vivo. Hechos fatídicos que coincidieron con la erupción del
volcán Tungurahua. Para representar esta tragedia, Paúl Puma nos propone
escuchar el diálogo de siglos, “un ejercicio de recordación desde la
conciencia de la modernidad.” El mensaje de Rumiñahui es claro: “No
queremos su civilización”.
Calicuchima y Epiclachima, los más leales
capitanes de Rumiñahui, intentarán despertarlo de su sueño. Han caído
en cuenta de su desgracia y petrificación en la oscuridad. “Soy
Calicuchima, el profundísimo espejo del vacío” hacia donde deberá
voltear a ver el General. Así escuchamos el lamento de Epiclachima:
“Somos destino gris de un crepúsculo incendiado y de miles de hombres
que viven en las grutas subterráneas de los páramos…”
Un yaraví triste “con su vertebral
melancolía” brillará como relámpago dentro de la caverna a lo largo de
tres actos que componen la obra. El general Rumiñahui no tiene cabeza, y
en lugar de ella, una laguna oscura ocupa su cara. Rumiñahui que sirvió
a ha olvidado el ultraje de su pueblo, ha olvidado su propio nombre.
Así se desarrollará el drama y el diálogo entre renegados, puntas de
lanza, diablos indígenas. Esto en franca alusión a Píllaro de donde eran
originarios los líderes incas. En este lugar, se celebra La diablada de
Píllaro, festividad tradicional que pone de manifiesto nuevamente la
iconografía del felino y la liberación del régimen moral y estético.
Puma como cronista, tiene su apreciación
sobre el presente: “Nuestros tesoros se han perdido, se han olvidado.”
No es coincidencia que el autor retome la historia de Guamán Poma que
terminó trabajando en las mitas, Eloy Alfaro ajusticiado en la Hoguera
Bárbara, y Rumiñahui despostado en la plaza pública.
Dice el autor: “Rumiñahui se rebeló hasta
el fin. El conflicto todavía permanece y es la base de reclamos
legítimos como la defensa del territorio de los pueblos ancestrales y
contra la explotación de recursos naturales por ejemplo en el Yasuní. Es
increíble lo que hace la memoria. En la obra de Los Llanganatis,
Calicuchima y Epiclachima ¿están muertos o desmemoriados? ¿Dónde está la
tumba de Rumiñahui? Al final, Rumiñahui parece que fingió olvidar.
Mariátegui se pregutaba ¿dónde están los indios ahora?”
El Tesoro de Los Llanganatis ha sido
traducido este año por Jonathan Simkins, escritor estadounidense, y
liberará su obra como una nueva crónica. Como dice Rumiñahui en un
monólogo final: “Ahora solo voy a cobijarme en la escritura infinita de
nuestro pensamiento mientras florece el imperio de nuestra sabiduría…
Mi piedra vuelve a ser Roca dorada de la eternidad”.
Sigue lloviendo y las tardes de invierno
en esta ciudad de Los Andes, la niebla se anuncia desde las montañas.
Puma está tranquilo sobre la rama del árbol de la vida. Mantiene sus
rasgos felinos y pide: – Cuéntame de tu nombre, quién eres. Yo soy un
puma.
Yo estoy lista para responder. Puma cree
que lo que no se ha escrito, se convierte en un tumulto de voces. La
polifonía no se puede romper, se debe escuchar como la lluvia que cae en
doble cascada, pasado y presente sobre las cabezas de los hombres y
mujeres.
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Paúl Puma con el traductor de El tesoro de los Llanganatis Jonathan Simkins
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